Por Romina Andreani (*)
“La cuadratura del círculo”. Así se llamaba aquel librito finito que nos hizo leer el grande y recordado Luis Aznar en un curso de sociología de la universidad. No sabía en ese momento que me estaba regalando uno de los modelos mentales más potentes para entender la realidad. El título, claro, era una metáfora: ¿cómo lograr que las piezas del desarrollo económico, la justicia social, la innovación tecnológica y la identidad cultural encajaran en un mismo proyecto de país?
Por años fueron unas lentes útiles para entender el desarrollo en general. Hasta que hace unas semanas, recorriendo las calles (y empresas) de Seúl, lo releí. Y todo cobró sentido.

El BioHub de Seúl, en Corea del Sur
Mirar de cerca el milagro de los Tigres Asiáticos es movilizador. Hace medio siglo Corea del Sur era un país pobre, sin recursos naturales, con una población mayoritariamente rural. Hoy es una potencia tecnológica y científica. Pero no lo logró con magia ni slogans vacíos. Lo hizo con estrategia, largo plazo y una convicción profunda de que el conocimiento —organizado, financiado y articulado— puede ser el núcleo de un nuevo modelo de desarrollo.
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Las empresas y startups coreanas están diseñadas, desde el principio, para mirar hacia afuera y crecer regionalmente. Tiene mucho sentido, especialmente en un país pequeño y con pocos recursos naturales.
Una de las experiencias más reveladoras del viaje fue la visita a Seoul BioHub, un nodo de innovación que materializa ese modelo. Aunque suele describirse como una incubadora de startups biomédicas, en realidad es mucho más. Es un distrito dedicado a la biotecnología y la salud digital, donde confluyen hospitales, universidades, centros de investigación, agencias gubernamentales y empresas, todos operando en red para crear un verdadero ecosistema.
Se inauguró en 2017, fruto de una alianza entre el Gobierno Metropolitano de Seúl, el Ministerio de Salud, la Universidad de Corea y el Instituto de Ciencia y Tecnología de Corea. La inversión inicial fue de 40.000 millones de wones (unos US$ 35 millones). Pero el verdadero valor no estuvo en el monto, sino en la coreografía: ya en 2016 el programa estaba diseñado, las alianzas cerradas y la hoja de ruta trazada. No esperaron a que el crecimiento “emergiera”: lo orquestaron.
Desde entonces, el proyecto no ha hecho más que expandirse. Nuevos edificios. Premios y desafíos de innovación. Acuerdos con corporaciones globales. Eventos internacionales. Hoy, BioHub alberga 177 startups, muchas centradas en Digital Healthcare, y persigue una meta clara: convertir a Seúl en el hub biomédico del Noreste Asiático.
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Su estrategia se apoya en tres pilares sólidos:
1. Gobernanza colaborativa.
2. Redes de cooperación nacional e internacional.
3. Liderazgo en investigación aplicada y tecnología.
Y su propuesta de valor es tan ambiciosa como precisa. BioHub no se limita a ofrecer espacio físico. Es una plataforma de aceleración científica y empresarial, que incluye:
• Programas de mentoría estratégica y consultoría.
• Apoyo legal y patentario.
• Acceso a inversión.
• Laboratorios compartidos y validación técnica.
• Infraestructura de primer nivel: estaciones de salud digital, biolibrerías, zonas de coworking científico.
• Y, sobre todo, una red viva de expertos, hospitales, universidades y empresas que colaboran activamente.
Todo esto funciona porque Corea del Sur no improvisa. Invierte más del 4,8% de su PBI en I+D, forma talento científico desde edades tempranas, incentiva el regreso de sus profesionales del exterior y ha creado clusters tecnológicos como Pangyo Techno Valley, Osong BioHealth Technopolis y Daegu Biomedical Valley. Cada iniciativa responde a una visión: no dispersa, no oportunista, sino estratégica.
¿Qué podría aprender América Latina de esta experiencia exitosa?
El Estado como coordinador inteligente.
No se trata de subsidiar sin rumbo, sino de enfocar el esfuerzo público en sectores estratégicos con potencial exportador: biotecnología, software, agrotech, logística avanzada, energías limpias. Sin planificación, no hay transformación.
Educación como parte del modelo productivo.
Corea formó ingenieros, técnicos, científicos. Su sistema educativo no es una isla, es una herramienta de política industrial.
Ecosistemas de innovación reales.
En BioHub, la colaboración entre actores no es un PowerPoint: es una rutina. Y el conocimiento no se acumula en papers: se convierte en soluciones.

Corea del Sur casi no tiene recursos naturales, pero se desarrolló invirtiendo inteligentemente en producir tecnología
Visitar Seúl y recorrer BioHub fue, en cierto modo, como volver a leer aquel libro de sociología, pero esta vez en vivo. La cuadratura del círculo no es imposible. Solo exige lo que pocas veces vemos: visión, cooperación entre sectores y políticas públicas que piensen en generaciones, no solo en turnos electorales.
(*) Inversora ángel. Miembro de diversos boards. Mentora. Facilitadora en la creación de empresas.