Ucrania y Rusia volverán a verse las caras en una mesa de negociaciones, por primera vez desde 2022. El encuentro, previsto para este jueves en Estambul, genera expectativas moderadas: será el primer intento formal de diálogo directo en más de dos años de guerra abierta.
El presidente ruso Vladimir Putin sorprendió al proponer la cita días atrás, aunque finalmente decidió no asistir, lo que ya genera especulaciones sobre el alcance real de la iniciativa. Su par ucraniano, Volodímir Zelensky, reclamó que el líder ruso esté presente y advirtió que sin él la reunión podría carecer de sentido.
Mientras las delegaciones se instalan en Turquía, las condiciones para una paz duradera siguen lejos. Zelensky exigirá garantías de seguridad por parte de Occidente y la retirada total de tropas rusas, mientras que Moscú insiste en que Ucrania renuncie a su aspiración de ingresar a la OTAN y entregue los territorios ocupados, equivalentes a una quinta parte del país. La delegación rusa estará encabezada por Vladimir Medinski, asesor presidencial conocido por sus posturas nacionalistas, acompañado por altos cargos del Ministerio de Defensa y Relaciones Exteriores.
Desde Washington, el secretario de Estado Marco Rubio se mostró esperanzado en que el diálogo en Estambul pueda ser un paso hacia el fin del conflicto. Confirmó que viajará el viernes a Turquía y aseguró que su país apoyará “cualquier mecanismo que contribuya a la paz”. Sin embargo, la ausencia de figuras clave como Putin, Lavrov o Yuri Ushakov en la delegación rusa alimenta dudas sobre las verdaderas intenciones del Kremlin. «Las conversaciones deberían ser con quien tomó la decisión de invadir», insistió Zelensky.
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Además de la cita en Estambul, Zelensky se reunirá este jueves en Ankara con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Será un encuentro crucial para definir si las negociaciones avanzan o se diluyen como en 2022. La última ronda, también en territorio turco, fracasó en sus intentos por lograr un alto el fuego temprano en la guerra. Esta vez, el contexto es más complejo: miles de muertos, millones de desplazados y un conflicto que se ha convertido en el más sangriento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Este nuevo acercamiento surge como respuesta al ultimátum lanzado por Kiev y sus aliados europeos: un alto el fuego incondicional durante 30 días. Aunque Putin aceptó abrir el diálogo, su decisión de enviar solo una comitiva de segundo nivel ha sido interpretada como una jugada táctica, no como una verdadera voluntad de negociación. Para Zelensky, cualquier acuerdo debe firmarse con quien tiene el poder de ordenar la retirada rusa. Sin eso, dice, no hay paz posible.
Mientras tanto, el mundo mira con atención. Las esperanzas son cautelosas, pero los riesgos del estancamiento son cada vez mayores. La comunidad internacional espera que esta nueva ronda no sea solo otro gesto diplomático vacío, sino el principio del fin de una guerra devastadora.