Un mediodía caluroso de mayo de 1981, la historia del Vaticano estuvo a punto de cambiar para siempre. En plena celebración dedicada a la Virgen de Fátima, el Papa Juan Pablo II saludaba a los fieles desde su papamóvil en la Plaza San Pedro, cuando sonaron los disparos. Cuatro balas impactaron en su cuerpo: dos en el abdomen y dos en los brazos.
El caos se apoderó del lugar mientras la multitud reaccionaba para detener al atacante. Gravemente herido y con el 75% de su sangre perdida, el pontífice fue trasladado de urgencia al hospital, donde una operación a contrarreloj le salvó la vida.
El responsable del atentado fue Mehmet Alí Agca, un ciudadano turco que había logrado acercarse al Papa disfrazado de turista. Fue arrestado en el acto por la gendarmería vaticana y condenado a cadena perpetua tan solo dos meses después. Sin embargo, su historia dio un giro inesperado en 1983, cuando Juan Pablo II decidió visitarlo en la cárcel. En una escena que dio la vuelta al mundo, el pontífice lo perdonó personalmente, lo que años más tarde allanó el camino para que Italia lo indultara en el año 2000.
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Pero lejos de alejarse de los titulares, Agca fue detenido nuevamente ese mismo año al regresar a Turquía, acusado de múltiples delitos cometidos en los años 70. Entre ellos, asaltos bancarios y el asesinato de un periodista, cuando formaba parte del grupo ultranacionalista Los Lobos Grises, una organización paramilitar señalada por su violencia política. Así, su figura pasó de ser un enigma para el Vaticano a un personaje oscuro en la historia reciente de Medio Oriente y Europa.
A más de cuatro décadas del atentado, los motivos del ataque aún no están del todo claros. Agca ha ofrecido múltiples versiones, muchas de ellas contradictorias. En distintos momentos aseguró haber actuado por orden de la inteligencia soviética, del servicio secreto búlgaro o del Frente Popular Palestino, aunque esta última organización lo negó públicamente. Sus declaraciones, ambiguas y a menudo delirantes, alimentaron durante años todo tipo de teorías conspirativas.
Una de las más inquietantes surgió del propio Agca, quien en un momento afirmó que altos jerarcas del Vaticano estaban al tanto del atentado antes de que ocurriera. Estas acusaciones jamás fueron comprobadas, pero lograron sembrar dudas y suspicacias, alimentando las teorías sobre una posible trama de poder interna en la Santa Sede. Ninguna investigación logró probar esas versiones, pero el misterio sigue rodeando uno de los episodios más impactantes del siglo XX.
Hoy, la figura de Juan Pablo II se asocia al perdón, incluso ante la violencia más extrema. Su gesto de reconciliación con quien intentó matarlo sigue siendo uno de los más poderosos de su pontificado. Mientras tanto, la historia de Mehmet Alí Agca continúa envuelta en sombras, y el intento de asesinato al Papa sigue siendo un enigma abierto con más preguntas que respuestas.