El cardenal Angelo Becciu, condenado por malversación de fondos y excluido de sus funciones cardenalicias en 2020, anunció este martes que no participará del cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco el próximo 7 de mayo. A pesar de estar entre los cardenales menores de 80 años —por lo tanto con derecho a voto— Becciu aseguró que su decisión busca “preservar la serenidad” del proceso.
“Por el bien de la Iglesia, a la que he servido y continuaré a servir con fidelidad y amor, así como para contribuir a la comunión y serenidad del cónclave, he decidido obedecer como siempre he hecho a la voluntad del papa Francisco y no entrar en el cónclave a pesar de seguir convencido de mi inocencia”, declaró Becciu, en un mensaje compartido por su abogado a los medios de comunicación.
Becciu, de 76 años, fue condenado a cinco años y medio de prisión y a inhabilitación perpetua para ejercer funciones en el Vaticano, en un juicio considerado histórico por ser el primero de tal magnitud contra un cardenal.
Se confirmó la fecha de inicio del cónclave que buscará el sucesor de Francisco
Entre las operaciones bajo la lupa estuvo la compra irregular de un edificio en Londres con fondos del Óbolo de San Pedro, un fondo destinado originalmente a obras de caridad. También se investigó una donación a una ONG dirigida por su hermano, vinculada a la Cáritas de Cerdeña.
El impacto del escándalo no fue sólo judicial sino también institucional. Becciu, quien había sido uno de los funcionarios más poderosos del Vaticano entre 2011 y 2018, perdió su puesto como prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, un cargo clave en el proceso de canonización. Su caída en desgracia simboliza las tensiones internas que enfrenta la curia romana y los desafíos de implementar reformas reales en materia de transparencia.
El papa Francisco, que promueve desde hace años una mayor rendición de cuentas dentro de la Iglesia, ha buscado con estas decisiones enviar un mensaje claro: ni siquiera los miembros del círculo más alto están por encima del control institucional. La exclusión de Becciu del cónclave es vista como parte de ese proceso, aunque también revela la resistencia interna a los cambios que el pontífice intenta instalar en los mecanismos de poder eclesiástico.