Antes de convertirse en el primer papa estadounidense, Robert Prevost ya mostraba un fuerte compromiso con los inmigrantes que huían de América Latina. Desde su cargo como presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, fue una voz crítica frente a las políticas que empujaban a millones al exilio forzado.
Esa mirada pastoral, centrada en la dignidad humana, la construyó junto a Francisco, con quien compartió la iniciativa “Construyendo Puentes”, una propuesta para sanar las fracturas globales a través del diálogo.
Ahora, como León XIV, el nuevo Pontífice no solo retoma esa misión: la convierte en su bandera. En su primer gran mensaje público, desde el balcón que usaba Francisco, ratificó que el proceso sinodal seguirá vivo durante su papado. “Construir puentes con el diálogo y el encuentro”, dijo, rescatando el espíritu de unidad que marcó a su antecesor.
Su mensaje no es simbólico: es político, espiritual y global, especialmente en el contexto de un Estados Unidos que endurece su postura migratoria.
Durante su etapa al frente del poderoso Dicasterio de los Obispos, Prevost acompañó a Francisco en un fuerte cruce con J.D. Vance, el actual vicepresidente de EE.UU. Todo comenzó cuando el Papa argentino, entrevistado en un programa popular italiano, criticó las posibles restricciones a los inmigrantes indocumentados que se barajaban tras el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca. “Si es cierto, será una vergüenza”, disparó Francisco. La respuesta llegó días después, con Vance apelando al concepto de “ordo amoris” de San Agustín para defender la prioridad de los nacionales sobre los extranjeros.
Francisco no dejó pasar esa interpretación y redactó una carta dirigida a los obispos de EE.UU., que firmó personalmente, pero que contó con aportes decisivos de Prevost. Allí, el Papa refutó la lectura de Vance: “El verdadero ordo amoris es el amor que construye una fraternidad abierta a todos, sin excepción”. La carta, teológicamente sólida, se basó en obras centrales de San Agustín como “La Ciudad de Dios”, y demostró que el Vaticano no solo responde con diplomacia, sino también con argumentos espirituales e intelectuales.
Ahora que lleva la tiara papal, León XIV se prepara para sostener esa misma posición frente al poder político más influyente del planeta. Su relación con Trump —quien asistió al funeral de Francisco— estará marcada por esta tensión: la defensa de los migrantes frente a una agenda restrictiva y excluyente. Con un tono propio, pero en sintonía con su mentor, el nuevo Papa muestra que no cederá frente a quienes intenten justificar muros y expulsiones en nombre de la fe.
“Somos discípulos de Cristo. Cristo va delante de nosotros. El mundo necesita su luz. Ayúdennos ustedes también a construir puentes”, declaró León XIV en su primer discurso ante una Plaza San Pedro repleta.