Este martes, el conservador Rishi Sunak se convirtió oficialmente en el primer ministro más joven de la historia del Reino Unido, con 42 años de edad. Luego de ser elegido en la interna de su partido, visitó al rey Carlos III, quien le encomendó formar el Gobierno, un tradicional procedimiento de esta monarquía constitucional.
Pero Sunak, un millonario de origen africano e indio que se destacó como ministro de Economía, enfrenta desafíos internos y externos sumamente complejos, los mismos que a su antecesora, Liz Truss, le costaron el mandato más corto en la historia británica, con sólo 44 días: una crisis global que se proyecta como de larga duración y la fragmentación política y social en el Commonwealth.
En el plano interno, vale recordar que Sunak había perdido la interna con Truss, en una disputa respecto a las herramientas para enfrentar la crisis. Ambos coincidían en la necesidad de efectuar un duro ajuste económico y en asistir a la población en medio de una inflación histórica, pero Truss impulsaba un fuerte paquete de reducciones impositivas que hizo colapsar el sistema. Las bolsas se derrumbaron, la libra tocó su mínimo histórico frente al dólar, las tasas se dispararon y el Banco de Inglaterra tuvo que intervenir para evitar que colapsen los fondos de pensión. Truss despidió a su ministro de Economía, pidió disculpas públicas y luego tuvo que dejar su cargo.
Sunak se impuso en una nueva elección luego de que se bajara de la competencia el propio Boris Johnson. Pero ahora deberá tapar un agujero fiscal de 40.000 millones de libras (US$ 45.000 millones) por el aumento del costo de los préstamos y la asistencia social por seis meses para las tarifas récord de la energía.
El Partido Conservador tiene mandato hasta 2024, pero no atraviesa los mejores momentos en términos de popularidad, sino más bien todo lo contrario. Y para el sistema político británico, el aval social es clave. En la gestión de Johnson los conservadores habían prometido una fuerte inversión en el país basada en el crecimiento; el plan actual parece transitar el camino inverso, y los laboristas están empezando a plantear la necesidad de anticipar elecciones.
De todos modos, en el muy corto plazo, los analistas creen que el arribo del economista al 10 de Downing Street podría calmar los mercados. Durante su asunción, pidió colaboración a sus pares y afirmó: “Ahora necesitamos estabilidad y unidad y mi máxima prioridad será unir a nuestro partido y a nuestro país”.
Este pedido de aval tiene que ver justamente con las medidas que incluirá en el presupuesto definitivo, que se había prometido presentar el 31 de octubre. Según se anticipó, deberá reducir el gasto en sanidad, educación, defensa, bienestar y pensiones, áreas sensibles y de gran impacto social en medio de una creciente inflación, que se aceleraría con la llegada del invierno.
Al frente de economía seguirá Jeremy Hunt, designado por Truss luego del fracaso de su plan. De hecho, sonó como uno de los candidatos a sucederla y es señalado como el responsable del nuevo programa (y también como un posible fusible en caso de que no funcione como se espera). La pregunta de los mercados hoy es cómo influirá Sunak en ese presupuesto, que es clave para saber si el 3 de noviembre volverán a subir las tasas.
En la interna del partido existe también la duda sobre la respuesta social a esas potenciales medidas, siendo que el líder que las aplicará es uno de los hombres más ricos del Reino Unido. Algunos legisladores conservadores advierten que la imagen de un rico pidiendo un ajuste a los más vulnerables garantizará una derrota electoral.
En el plano internacional, el panorama no da a Sunak mucho margen de maniobra. La Fed de los EEUU está analizando volver a subir fuertemente las tasas hasta 1 punto, para ubicarlas entre el 4% y el 4,75%, de las más altas en muchas décadas; la guerra en Ucrania está lejos de llegar a su fin; los conflictos en Oriente siguen escalando; y el mundo entero se prepara para una recesión en 2023.
