El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, canceló todos los contactos diplomáticos con Venezuela y en consecuencia, le pidió a su enviado especial, Richard Grenell que finalice todo intento de negociación con el dictador del país caribeño, Nicolás Maduro.
Es así como se abren dos frentes en el gobierno norteamericano. Por un lado, se encuentra el secretario de Estado, Marco Rubio, quien no quiere ningún tipo de diálogo o acercamiento con el régimen chavista y por el otro, está Grenell que apuesta a un acuerdo.
Rubio calificó a Maduro como un líder «ilegítimo» y un «fugitivo de la justicia estadounidense». Recordó, en más de una oportunidad, la acusación de Norteamerica contra é por cargos de narcotráfico.
En cambio Grenell afirmó, el pasado jueves 25 de septiembre en una entrevista a CBS, que mantenía conversaciones directas con Maduro y sus funcionarios.
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Estas dos posturas totalmente opuestas se enmarcan dentro del despliegue de buques militares que EEUU lanzó en el Mar Caribe para luchar contra el narcotráfico y la advertencia del líder de la Casa Blanca de perseguir a los carteles de la droga también por tierra.
Luego, el republicano dio un paso más y y declaró que su nación está «en un conflicto armado no internacional» con los carteles de droga a los que definió como «combatientes ilegales».
Por su parte, el sucesor de Hugo Chávez nego todas las acusaciones de narcotráfico y decidió acudir a las Naciones Unidas (ONU) para denunciar la presencia de cinco aviones estadounidenses cerca de las costas de la nación latinoamericana.
Por último aseguró que existen «planes extremistas» para atacar la Embajada norteamericana en Caracas y es por eso, que el ministro del Interior, Justicia y Paz venezolano, Diosadado Cabello, dijo que mantiene contacto con EEUU para proteger la sede.
