Con más de 40.000 personas desplegadas en bases repartidas por una veintena de países del Medio Oriente, Estados Unidos mantiene una de sus presencias militares más sólidas y estratégicas fuera de su territorio. A esto se suma una flota naval activa y sistemas de defensa avanzados en zonas clave del Golfo Pérsico y el mar Rojo. Pero tras los ataques lanzados por Washington contra instalaciones nucleares en Irán, esta infraestructura ha quedado expuesta a una posible represalia de Teherán.
El gobierno iraní ya advirtió que se “reserva todas las opciones” en respuesta a los bombardeos de EE.UU., y eso incluye atacar los puntos donde se concentran tropas norteamericanas. De hecho, el Pentágono ordenó la salida voluntaria de familiares del personal militar como medida preventiva ante una escalada mayor. Las tensiones no solo amenazan con extenderse por la región, sino que podrían alterar profundamente el equilibrio militar construido durante décadas.
Entre las bases más relevantes está la sede de la Quinta Flota en Bahréin, donde operan unos 9.000 efectivos. Desde allí se controla el tráfico naval en algunas de las rutas comerciales más sensibles del planeta. Buques de guerra, destructores, y sistemas antiminas forman parte de una maquinaria que ahora se encuentra en alerta máxima.
En Kuwait, donde se ubica el Campamento Arifjan y la base aérea Ali al-Salem, hay cerca de 13.500 soldados. Se trata de centros clave para la logística militar y el despliegue rápido en caso de conflictos en la región. Desde estos puntos operan drones como el MQ-9 Reaper, lo que convierte al país en una pieza clave del rompecabezas militar estadounidense en Medio Oriente.
Otra joya estratégica es la base de Al Udeid, en Qatar, considerada la más importante de la región. Allí se encuentra un cuartel avanzado del CENTCOM (Mando Central) y se alojan unos 10.000 efectivos. Según imágenes satelitales recientes, EE.UU. movió decenas de aeronaves desde esta base como medida de precaución. El expresidente Donald Trump la visitó semanas antes de que se intensificara el conflicto con Irán.
En los Emiratos Árabes Unidos, la base de Al Dhafra alberga sistemas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento de alta tecnología. Los drones RQ-4 Global Hawk operan desde allí, recolectando información crítica sobre movimientos en territorio iraní y de grupos alineados con Teherán.
Mientras tanto, en Irak y Siria, la presencia estadounidense se concentra en la lucha contra el grupo Estado Islámico. Aunque en Irak aún hay unos 2.500 soldados y en Siria cerca de 2.000, sus instalaciones ya han sido blanco de ataques por parte de milicias proiraníes desde que estalló la guerra en Gaza en octubre de 2023. Washington anunció que reducirá de ocho a una sus bases en Siria, en medio de un giro político hacia el nuevo liderazgo en Damasco.
El amplio mapa de despliegue militar estadounidense en la región —desde Arabia Saudita hasta Yibuti— enfrenta así su mayor prueba en años. La capacidad de EE.UU. para proteger a su personal y mantener la estabilidad regional será decisiva en una fase crítica de tensión con Irán, que parece estar lejos de alcanzar una solución diplomática.
