Por primera vez desde la vuelta de la democracia, Bolivia enfrentará la instancia de un ballotage presidencial, que redefinirá el rumbo del país y su relación con el mundo.
Por un lado, se encuentra Rodrigo Paz, candidato del Partido Demócrata Cristiano (PDC), que busca reconstruir los vinculos con Estados Unidos y Chile para lograrse así una apertura comercial sin romper de manera definitiva los lazos con el Movimiento al Socialismo (MAS) y sin cortar en forma abrupta con China y Rusia, que son socios estratégicos.
En el otro lado, se ubica Jorge «Tuto» Quiroga, en representación de la alianza Libertad y Democracia (Libre), con una propuesta que consiste en una alineación absoluta con EEUU (con las políticas del presidente, Donald Trump) y con Israel.
En la región, colocarse junto a las derechas de América Latina, reposicionarse dentro de entidades multilaterales y alejarse de los regímenes de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Ambas posiciones, más allá de sus contudentes diferencias, tienen dos puntos en comun: el crecimiento económico y la reconstrucción de la relación con Estados Unidos para conseguir el apoyo de Trump ante instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo o el Banco Mundial.
Cualquiera de las dos que prevalezca va a provocar un quiebre en la política exterior que Bolivia mantuvo durante 20 años con el MAS en el poder, sobre todo durante la presidencia de Evo Morales, del 2006 al 2019, cuya política exterior se alejó de EEUU y se acercó a China, Rusia e Irán. En paralelo, robusteció el vinculo con gestiones con las que había una cercanía ideológica.
En el caso específico de China, pasó a ser uno de los socios comerciales y financieros más importantes de Bolivia: le dio créditos blandos y respaldo técnico en áreas claves como el litio y la energía eléctrica.
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Esto último se vio en la participación de Bolivia en organismos como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Sin embargo, cuando Evo Morales renunció y Jeanine Áñez tomó el poder, efectuó un giro de 180 grados en la política exterior de Bolivia: finalizó los vínculos con Venezuela, Cuba y Nicaragua, además cerró la Embajada del país gobernado por Daniel Ortega y también la de Irán. Acto seguido, buscó aproximarse a Estados Unidos.
En lo que respecta a las entidades multilaterales, salió del ALBA y pasó a integrar el Grupo de Lima. Luego Luis Arce, tomó las riendas del Poder Ejecutivo e hizo una reconducción de esa línea.