Tras el revés electoral en la Provincia de Buenos Aires, el mercado reaccionó con fuertes caídas y un salto del dólar. Federico Pellegrini, economista y analista de mercado, sostiene que no se trató de un castigo político aislado ni tampoco del “Riesgo Kuka”, sino de fragilidades estructurales que el Gobierno debe corregir de cara a octubre.
La política argentina y los mercados financieros tienen una larga tradición donde van de la mano: cada elección y cada resultado suele ser interpretado por los inversores como una señal sobre la economía y las políticas del Gobierno, generando reacciones en el dólar, las acciones y los bonos.
Lo ocurrido al comienzo de esta semana no fue la excepción: aunque el mercado le quitaba importancia al resultado de las elecciones bonaerenses, los casi 15 puntos de diferencia entre Fuerza Patria y La Libertad Avanza pone en escena un interrogante latente para la economía… ¿Habrá continuidad del Modelo Milei? ¿Se piensa en el corto o en el largo plazo?
Pellegrini lo sintetizó con crudeza: “La historia económica argentina parece escrita a golpes de urnas y devaluaciones. Pero lo que vivimos después de la elección del domingo no fue solo el reflejo de la política, sino la confirmación de una fragilidad macroeconómica que se venía gestando desde hace meses”, advirtió.
La provincia de Buenos Aires, que concentra el 37% del padrón nacional, se convirtió en epicentro político y económico tras las legislativas. El resultado adverso para el oficialismo actuó como chispa inmediata. Sin embargo –para este analista– reducir lo ocurrido a un voto sería simplista y en consecuencia, un error.
“El resultado en la provincia fue el disparador del ‘lunes negro’ que atravesó el mercado, aunque el verdadero cisne negro fue la reacción de la economía en un escenario donde el Gobierno nunca logró convencer al mercado de que tenía un plan sólido”, remarcó.
Los datos duros acompañaron esa mirada: el índice Merval medido en dólares se desplomó, los bonos soberanos retrocedieron y el riesgo país volvió a trepar. Al mismo tiempo, el dólar mayorista y los futuros subieron pese a la intervención del Banco Central.
“Fue la radiografía de una desconfianza que no nació de un voto, sino de un programa económico inconsistente”, insistió Pellegrini.
EL DÓLAR: TERMÓMETRO DE CONFIANZA
En la Argentina, cada sacudón cambiario tiene una lectura política inmediata, pero también es reflejo de un problema estructural. En este contexto, para Pellegrini, “el dólar es el termómetro de la confianza en la política económica”.
Según explica, el impacto de la volatilidad del dólar en los precios «se mantenía acotado»; sin embargo advierte que «de seguir la escalada del dólar, y sin una estrategia clara, reabre el riesgo de que la nominalidad vuelva a acelerarse»
Conforme a su análisis, el Banco Central lleva acumulados USD 5.800 millones en futuros, con un límite de hasta USD 9.000 millones. Sin embargo, aunque las reservas brutas alcanzan los USD 20.000; las reservas netas líquidas apenas superan los USD 5.000 millones. “Es un escenario de estrés innecesario, consecuencia de no haber aprovechado las bandas para acumular divisas”, explicó al destacar que el Tesoro tiene un calendario de vencimientos complejo, unos USD 1.165 millones vencen antes de octubre.
“El famoso ‘compra campeón’ terminó siendo la señal para que empresas y familias aceleraran su cobertura cambiaria, reduciendo la demanda de instrumentos en pesos y aumentando la presión sobre el dólar”, agregó.
Para el economista, el Gobierno parece concentrado en administrar la coyuntura hasta octubre y según ello, la estrategia descansa en tres pilares: ventas spot, posiciones en futuros y una tasa de interés prohibitiva. “Ninguna de las tres es sostenible”, garantizó.
Profundizando en esto, afirma que los números de agosto lo demuestran: el Tesoro habría utilizado más de USD 500 millones propios y apenas le quedan USD 1.130 millones en el BCRA. El Central conserva más margen, pero sus reservas netas ajustadas y los compromisos con el FMI limitan la capacidad de maniobra.
EL PROBLEMA DE LA SUPERTASA
Al igual que otros Pellegrini plantea que la tasa, hoy en 5% mensual —casi 80% anualizada—, se convierte en uno de los mayores problemas.
«Durante meses, la tasa real positiva funcionó como el ancla que sostuvo el carry trade y ayudó a contener al dólar, pero los pasivos remunerados treparon a $45 billones, el crédito al sector privado se desplomó, la morosidad en tarjetas alcanzó récords históricos y la industria retrocedió 1,1% interanual en julio, acumulando una caída de −6,5% en dos años”, detalló.
De este modo, la conclusión es contundente: “La tasa frenó la suba del tipo de cambio, pero al costo de asfixiar la actividad y profundizar los desequilibrios financieros. Hoy tenemos más recesión y déficit cuasi-fiscal. Se ganó tiempo, pero no se ganó confianza”.
Las elecciones de octubre serán el próximo gran test. Sin embargo, Pellegrini advierte que el problema no se reduce solo a la incertidumbre política. “El verdadero problema es que el equipo económico no construyó un marco capaz de absorber los shocks. Así, cualquier ruido político se amplifica, la demanda de cobertura se intensifica, los bonos caen, las paridades se hunden y los spreads frente a emergentes se amplían”, señaló.
“Muchos se apresuran a culpar al resultado electoral. Pero lo cierto es que los desequilibrios venían gestándose desde antes”, insistió Pellegrini. Entre esos desequilibrios, enumeró el déficit de cuenta corriente, el atraso cambiario y la falta de acumulación de reservas. “El verdadero temor del mercado es la falta de definición. Ni dolarización, ni flotación limpia, ni atraso cambiario. El miedo es seguir con este híbrido inestable”, explicó.
La pregunta inevitable es cuál será la salida. En este sentido afirma que al oficialismo ya no le alcanzará solo intervenciones de corto plazo: “La salida no pasa por más intervenciones coyunturales, sino por un cambio de régimen. Desarmar el cepo con un cronograma público y creíble, definir un régimen monetario explícito y verificable, consolidar las cuentas fiscales con reglas claras y, sobre todo, construir gobernabilidad”, enumeró.
El dilema es claro: “O el Gobierno corrige rápido y ordena el esquema económico, o será el mercado el que imponga un ajuste mucho más costoso en el dólar, en las tasas y en la inflación”, advirtió.
Para cerrar el análisis, concluye en que «el mercado no castigó un resultado electoral; castigó la inconsistencia de un modelo que nunca resolvió los problemas de fondo”.