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El termómetro del agro marca cautela: caen las expectativas y se frena la inversión
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El termómetro del agro marca cautela: caen las expectativas y se frena la inversión

La confianza de los productores agropecuarios volvió a mostrar señales de enfriamiento. Si bien se mantiene en terreno positivo, el índice Ag Barometer Austral de mayo-junio 2025 marcó una baja del 5% respecto de la medición de marzo. El número final cayó de 137 a 130, en una tendencia que revela subas y bajas constantes desde fines del año pasado, atravesadas por una combinación de factores económicos, políticos y productivos que golpean el ánimo del sector.

La foto que deja la encuesta realizada por el Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral es clara: menos optimismo, más cautela.

Sobre todo, cuando se trata de proyectar inversiones o de pensar el escenario del agro para los próximos doce meses. Entre los datos que explican la caída, se destacan las bajas en los subíndices que componen el indicador general: las condiciones presentes descendieron, y las expectativas futuras también.

El índice de condiciones presentes pasó de 100 a 94, entrando en terreno negativo. Esa baja estuvo impulsada principalmente por la caída en las expectativas de inversión, que retrocedieron de 82 a 75. El dato no es menor: el 63% de los productores cree que no es un buen momento para invertir, frente al 59% que opinaba lo mismo en marzo. El indicador se encuentra en niveles negativos desde noviembre del año pasado, cuando marcaba 111. La caída acumulada desde entonces supera el 32%.

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La inversión, en este contexto, funciona como un termómetro sensible. Si bien ExpoAgro suele generar un rebote positivo –por los planes comerciales y de financiamiento que lanzan bancos y empresas de maquinaria agrícola–, el efecto dura poco. La coyuntura, marcada por la volatilidad del dólar, los vaivenes fiscales y la falta de certezas a mediano plazo, pesa más que las promociones.

A esa desconfianza estructural se le sumó en los últimos meses una fecha clave: el 30 de junio, cuando venció la baja parcial de retenciones para soja y maíz.

Al inicio del relevamiento, solo el 28% de los productores había apurado ventas para aprovechar el beneficio. El resto, en su mayoría, esperaba. Pero con el correr de las semanas, y ante la certeza de que no habría prórroga, el movimiento se aceleró. En junio, un número mayor ya había vendido una parte importante de su producción.

Un pequeño porcentaje todavía apuesta a que, después de las elecciones de octubre, el Gobierno podría eliminar las retenciones por completo. Por ahora, una expectativa más que una señal concreta.

A diferencia de la inversión, otras decisiones clave para la campaña no mostraron grandes sobresaltos. El 86% de los productores no modificó sus planes de siembra de trigo para la campaña 2025/26, pese a la baja en los precios internacionales del cereal. Incluso entre quienes sí notaron un ajuste en los márgenes, no hubo cambios de estrategia. En la misma línea, el 71% afirma que los valores de arrendamiento se mantienen en niveles similares a los de la campaña pasada, con variaciones puntuales hacia arriba o hacia abajo, pero sin una tendencia clara.

Otro dato que aporta contexto: en plena época de decisiones, los contratistas siguen cumpliendo un rol central en las tareas del campo. El 80% de los productores recurre a ellos para la cosecha, el 72% para aplicaciones con pulverizadora y el 64% para siembra. A la hora de contratarlos, el factor más valorado no es el costo ni la tecnología, sino la confianza personal. Le sigue la disponibilidad en tiempo y forma. El costo del servicio aparece recién en tercer lugar. Las herramientas como drones o sistemas de recolección de datos aún no mueven la aguja.

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Aunque el foco principal del informe está en la caída de expectativas, hay un segmento que empieza a generar interés: la ganadería. En mayo, los precios internacionales de la carne vacuna tocaron máximos históricos, según datos de la FAO. A pesar de una baja en el volumen exportado, los mejores precios compensaron la caída. Para los productores, que gozan de precios altos en términos reales, podría ser una señal para retener vientres y empezar a recomponer un stock ganadero que se encuentra en niveles históricamente bajos: 52 millones de cabezas frente a los 60 millones que había en 2007.

Sin embargo, no todos los actores del sector miran con el mismo entusiasmo.

Los frigoríficos exportadores, por ejemplo, advierten un posible atraso cambiario y alertan sobre la pérdida de competitividad. También señalan que, si bien los precios acompañan, los costos en dólares siguen creciendo, y la macro sigue sin mostrar signos de estabilidad duradera.

En el cierre, el informe deja una frase que resume el momento: Los productores argentinos sobreviven por su productividad y por la adopción de innovación, pero hay una luz roja para quienes trabajan únicamente en tierra arrendada. En un año electoral y con una economía aún frágil, el agro transita un presente marcado por la prudencia y un futuro inmediato que se vuelve un poco difícil de proyectar.

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