La situación del sector agropecuario en 2025 se presenta con múltiples desafíos que impactarán en la economía del país. Según la Fundación Capital, la producción de maíz y soja sufriría una caída del 5% interanual debido a la escasez de lluvias en las principales zonas productivas. Este fenómeno, combinado con la volatilidad en los precios internacionales de los commodities y la reactivación de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, podría condicionar seriamente el desempeño del campo y su aporte a la generación de divisas.
El sector agrícola es uno de los pilares fundamentales de la economía nacional, representando un tercio de las exportaciones totales. La cosecha enfrenta condiciones climáticas adversas que han reducido las proyecciones iniciales de producción.
Según el informe, la soja alcanzaría las 49,6 millones de toneladas, mientras que el maíz se ubicaría en 48 millones de toneladas. Esta merma no sólo afecta a los productores, sino que también repercute en la balanza comercial del país, dado que limita el ingreso de dólares por ventas externas.
Las proyecciones implican una baja del 5% en las cantidades frente a la campaña previa.
El informe también señala que los precios han registrado mejoras recientes, luego de haber alcanzado mínimos en la segunda mitad de 2024. En febrero de 2025, el maíz se cotiza a 193 dólares por tonelada, un aumento del 8,2% respecto al promedio de diciembre del año anterior, mientras que la soja alcanza los 390 dólares por tonelada, con un incremento del 4,7%. Sin embargo, estas subas no compensan completamente la caída en las cantidades producidas, lo que genera incertidumbre sobre la capacidad del sector para sostener el nivel de ingresos.
Otro factor clave que condiciona el desempeño del sector es el contexto internacional.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China, que se ha reactivado en las últimas semanas, introduce riesgos adicionales para las exportaciones: “Trump ha hecho uso de la política arancelaria como herramienta de negociación desde su asunción como presidente de Estados Unidos, cuestión que reinició la tensión comercial, especialmente con China”.
“Si bien los nuevos aranceles a las importaciones estadounidenses desde México y Canadá fueron demorados por un mes, se aplicó un 10% adicional a compras desde el país asiático que, en respuesta, impuso aranceles sobre algunos bienes específicos (15% carbón y GNL, 10% petróleo crudo, maquinaria agrícola y algunos vehículos) y adoptó controles a las exportaciones de elementos esenciales para la fabricación de tecnología (incluyendo varios catalogados como “minerales críticos” por el Servicio Geológico estadounidense)”.
La Fundación agrega que “esta dinámica incrementa el riesgo de inflación norteamericana, lo que podría derivar en una tasa de interés de la Reserva Federal más elevada que la prevista anteriormente y un dólar más fortalecido a nivel global. Esto no sólo podría presionar sobre la competitividad local de todos nuestros productos (el tipo de cambio real multilateral se ubica 0,4% por debajo del previo a la devaluación de diciembre de 2023), sino también implica un sesgo a la baja en los precios de los commodities”.
En términos de impacto económico, el informe estima que el escenario base de ventas agrícolas alcanzaría los 27.700 millones de dólares en 2025, con el complejo sojero aportando 16.400 millones y el maíz, 7.600 millones. La campaña de trigo, en tanto, ha mostrado una recuperación que permitiría exportaciones por 3.700 millones de dólares. Sin embargo, existe el riesgo de que nuevas dificultades climáticas afecten la producción de los cultivos de segunda si las lluvias no mejoran en los próximos meses.
“Habrá que monitorear la cuestión climática, por un lado, y los avances en las negociaciones internacionales entre Estados Unidos y China, por el otro, cuestiones que podrían condicionar significativamente el resultado final de la balanza comercial”.
Como si fuera poco, el sector agrícola enfrenta costos crecientes y restricciones que, desde el sector, afirman dificultan su desarrollo más allá de la reciente baja en las retenciones. A pesar de la leve recuperación de los precios, la situación aún es incierta sobre todo pensando en las condiciones climáticas y en las tensiones internacionales que generarían un fuerte impacto en el campo.