Leyendo:
Juan Román Riquelme y Boca: cuando el ídolo se convierte en obstáculo
Artículo Completo 4 minutos de lectura

Juan Román Riquelme y Boca: cuando el ídolo se convierte en obstáculo

Por Luciano Datsira

Hay algo particularmente doloroso en ver cómo un ídolo se desmorona. No por sus errores del pasado, ni por las derrotas inevitables que existen en el fútbol, sino por no saber retirarse a tiempo del pedestal que supo ganarse en la cancha.

Juan Román Riquelme, el jugador que hizo soñar a generaciones de hinchas de Boca, hoy se ha transformado en el dirigente que multiplica frustraciones, alimenta internas y borra, semana tras semana, la épica de sus años gloriosos. Una máquina de regalar prestigio.

La eliminación de anoche en manos de Independiente, que dejó a Boca fuera del Torneo Apertura 2025, no fue solo una derrota más. Fue la gota que rebalsó el vaso. Desde hace tiempo se ve a un equipo sin identidad, con un plantel mal armado, desgastado por conflictos internos y decisiones erráticas del Consejo de Fútbol, integrado por amigos del presidente, y su propio hermano que tiene un rol clave en la dirección del club. Lo cierto es que la paciencia de una gran cantidad de hinchas ya se quebró del todo. Y con razón.

Juan Román Riquelme, y el camino del “Káiser”

El problema con los ídolos que ascienden al poder es que muchos creen que la camiseta también los blinda en la gestión. Riquelme parece convencido de que su legado como jugador le alcanza para tomar decisiones sin rendir cuentas, sin escuchar críticas y sin abrir el club al disenso. Pero Boca no es una cancha, y manejar una institución deportiva de este tamaño exige profesionalismo, apertura y visión de largo plazo, no solo lealtades personales y discursos tribuneros.

La eterna pelea con Mauricio Macri, su antagonista político y expresidente del club, fue útil durante la campaña. Le permitió a Riquelme ubicarse como el «defensor del pueblo xeneize», el que se enfrentaba a los poderosos. Pero esa estrategia se agotó. Boca necesita gestión, no enemigos. Necesita dirigentes que construyan, no que vivan de confrontar.

Los hinchas ya no quieren ver a Riquelme peleándose en los medios; quieren verlo ganar campeonatos, competir seriamente y recuperar la mística que hoy parece una sombra del pasado.

La historia del fútbol argentino ofrece ejemplos similares. Daniel Passarella en River, el claro ejemplo de que el amor por los colores no alcanza para gestionar. Cuando el ego eclipsa al club, los resultados son siempre los mismos: decadencia, divisiones internas y un vestuario roto. Boca, hoy, parece atrapado en ese laberinto.

Lo más alarmante no es la falta de títulos —aunque en los últimos años Boca ha perdido prácticamente todo lo importante que jugó—, sino la sensación de declive institucional, de improvisación constante.

La historia de Mastantuono, el crack de River que mira el mundo tras brillar en la victoria ante Boca

El Consejo de Fútbol, integrado por Jorge Bermúdez, Raúl Cascini, Marcelo Delgado y Mauricio Serna, se convirtió en un espacio opaco, sin criterio futbolístico claro, que cambió de entrenadores como si fueran fichas descartables y tuvo errores hasta infantiles en el fichaje de jugadores.

Hoy Riquelme está en el lugar en el que nunca quiso estar: en la mira juzgadora de su propio pueblo. Porque cuando los ídolos se convierten en dirigentes, el juicio de los hinchas cambia. Se deja de aplaudir goles y se empieza a exigir resultados, coherencia y respeto por la institución. Y si eso no aparece, ni el recuerdo más brillante alcanza para sostener un liderazgo cada vez más débil.

Tal vez aún está a tiempo de cambiar. De reconocer errores, de abrir el juego y dejar de gobernar Boca como si fuera un vestuario cerrado. Pero el margen se achica. La idolatría no se renueva automáticamente: se cuida o se pierde. Y Riquelme, si no escucha el clamor que crece en las tribunas, corre el riesgo de perder lo más valioso que tenía: el corazón de los hinchas.

Ingresa las palabras claves y pulsa enter.