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Boca y River, en busca de su historia perdida: un 2025 a todo o nada
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Boca y River, en busca de su historia perdida: un 2025 a todo o nada

Por Román Iucht

Después de un 2024 para el olvido, los superclásicos rivales argentinos se preparan para reconstruir su liderazgo y recuperar su historia en 2025. Ambos desembolsaron millones para reforzarse, entregando un voto de enorme confianza a dos viejos conocidos: Marcelo Gallardo y Fernando Gago. Lo que está en juego es mucho más que fútbol.

Dirigencia cuestionada. Cambio de entrenador. Ausencia de todas las definiciones de torneos locales. Mercados de pases onerosos y erráticos. Eliminación de las competencias internacionales. Estilo de juego indefinido y andar irregular. La descripción aplica a cualquiera de los dos. Ninguno podría hacerse el distraído ante ese punteo tan amplio como certero. El 2024 de River y Boca los encontró con demasiados denominadores en común y todos negativos. No hubo una característica, un detalle que alguno pudiera esgrimir con orgullo por sobre el otro. Todo el año que pasó fue para el olvido. O en todo caso para sacar conclusiones y recordarlas para evitar repetir errores del pasado cercano.

El River de Martín Demichelis tanto como el Boca de Diego Martínez agotaron su crédito en diferentes momentos del año, pero el desenlace fue idéntico. Con semejante superioridad cualitativa y cuantitativa en la comparación con el resto del fútbol argentino, su ausencia en la mesa chica de las definiciones fue una afrenta para sus hinchas. El “millonario” se pareció poco y nada a aquel que dio la vuelta olímpica en el primer semestre de 2023 y el “xeneize” acarició la final de la primera Copa de la Liga del 2024, pero terminó rendido ante quien sería el campeón, Estudiantes de la Plata.

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La anemia de juego y resultados eyectó a los entrenadores y trajo caras conocidas. River se animó a despedir a Demichelis solo cuando tuvo el guiño de Gallardo para asegurar su retorno. Boca sostuvo a Martínez hasta que la hemorragia se volvió imparable y fue por Gago. La búsqueda apuntó a un vuelco de ciento ochenta grados. La realidad exhibió apenas un cambio de cosmética. Un poco de cotillón, un movimiento más efectista que efectivo y un cierre de año con más dudas que certezas.

El verano los mostró con la billetera activa. En Núñez, y completando la segunda etapa de aquello que inicio tras su desembarco a mediados de 2024, Gallardo obligó a la dirigencia a profundizar el modelo. La identidad y el sentido de pertenencia, el valor emocional y sin fecha de vencimiento de Madrid y la jerarquía, se fundieron para elegir los nombres de los refuerzos.

River se jactará de tener entre su personal a cuatro campeones del mundo como Armani, Montiel, Pezzella y Acuña, además de haber repatriado a Enzo Pérez, Martínez Quarta y a Driussi, y de haber elegido a nombres como Galoppo o Rojas, que en su momento fueron los mejores del medio local. El chileno Gonzalo Tapia se ubica en el rubro “hallazgos”, esos que están ausentes del radar general y esos a los que al “Muñeco” le encanta descubrir y potenciar.

Lo peor que le pasó a River en el tramo final del año fue no ser reconocido como un equipo que tuviera las señas particulares de su entrenador. Ahora, con las caras nuevas, no solo no habrá excusas, sino que además el equipo deberá competir con voracidad en todos los frentes.

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En Boca el panorama fue diferente. Luego de un escenario de críticas tan inéditas y masivas como para intentar hacer oídos sordos, Riquelme salió al mercado tan punzante, quirúrgico y agresivo como en sus tiempos de futbolista. La austeridad y la cautela esta vez quedaron al margen. Con dinero fresco a partir de ventas fabulosas y desafiado por la hiperactividad de su eterno rival, la reacción fue automática. Los refuerzos se multiplicaron dándole un salto de calidad al plantel.

En un “in crescendo” manifiesto, primero aparecieron “apuestas” como el chileno Palacios y Ayrton Costa; luego figuras del último torneo como Williams Alarcón; y por último refuerzos de jerarquía como el defensor Rodrigo Battaglia, el español Ander Herrera y el favorito del presidente y pretendido desde hace un año, el mediocampista Alan Velasco.

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Gago ha ido depurando su plantel, igual que lo hizo Gallardo en River. Pero, a diferencia del ídolo millonario, su crédito por su pasado como futbolista del club puede licuarse con mayor velocidad si no supera el repechaje para ingresar a la fase de grupos de la Copa Libertadores.

El sistema de disputa de los campeonatos con dos Copas de la Liga les dará la chance a equipos “terrenales” de soñar a lo grande. La eliminación directa a partir de octavos de final emparejará las chances y penalizará con dureza cualquier resbalón. Si algo distingue al fútbol argentino es su paridad, aun con planteles desiguales.

Sin embargo, la ampliación en el número de clasificados a ocho por zona (antes eran solo cuatro), también le dará la posibilidad de competir a los candidatos en todos los frentes sabiendo que la mitad de cada grupo accederá al tramo final del torneo. River y Boca lo saben y, aunque el trono tiene sitio solo para uno, ambos saben que la responsabilidad y las obligaciones les pertenecen con exclusividad.

Se armaron con una prepotencia arrolladora. Confirmaron que desde lo económico están varios escalones por encima del resto. Eligieron con buen gusto, como aquél que arma su propio banquete sin escatimar en sabores. Con el Mundial de Clubes como valor agregado, el 2025 se presenta ante los grandes del fútbol argentino como el año en el que deben reconstruirse. Y ganar.

El mensaje es simple y contundente. Van por todo.

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