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I have a Dream
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I have a Dream

En apenas 18 minutos, durante una tarde soleada de agosto de 1963, Martin Luther King pronunció delante del monumento a Abraham Lincoln, en Washington, uno de los discursos más influyentes del siglo XX. Su oratoria frente a 200 mil personas transformó la historia.

A lo largo de una hora y media, durante una reciente noche de octubre de 2020, Donald Trump y Joe Biden protagonizaron un verdadero teatro político, caótico e irrespetuoso en Cleveland. El pobre cruce dialéctico seguido por más de 73 millones de personas fue un show del deterioro político.

De aquella semblanza para soñar con una sociedad más igualitaria al contraste de un debate presidencial casi ficcionado hay un abismo que asusta. ¿Pasamos de la efervescencia al desencanto? ¿De la riqueza del lenguaje al desborde a gritos de convicciones que no convencen? ¡Spoiler alert! El riesgo va más allá del espectáculo.

Cuando la estrategia de los grandes líderes radica en romper los canales de comunicación para que se genere un menjunje de conceptos (sólo para contextualizar, se contabilizaron más de 70 interrupciones de Trump), lo que se destruye no es sólo el esquema comunicacional y el mensaje, sino que se quiebra el propio tejido social y se genera mayor caos en el caos de estos tiempos. Pero, seguidores como somos, acá estamos. Mientras la credibilidad parece un bien escaso y vulnerable, las «postverdad» nos marea y los medios tradicionales no logran ser instrumentos para la propagación de un sistema de valores que genere consensos, emergen otros canales y otros referentes en quienes confiar.

Los influencers se han unido al grupo. Aunque no encontremos todavía en el diccionario de la Real Academia Española la palabra “influencer” su definición es clara: dícese a alguien que bajo un arroba se destaca en una red por ejercer una gran influencia sobre muchos otros. Pero… ¿Somos conscientes del poder real de transformación al que podrían llegar? ¿Se los subestiman como un fenómeno de época y somos ingenuos ante su capacidad de empatizar y conquistar?  Para el que tenga miopía y los vea como meras unidades de negocio para generar necesidades de consumo sepa que realmente está viendo borroso.

Parte del poder tradicional de los medios se trasladó a los influencers. Aún más: hoy son los nuevos medios de comunicación. Se les paga pauta, sus contenidos marcan agenda en una brecha generacional cada vez más amplia y tienen un potencial de humanización a través de sus contenidos incalculable. Están, claro, los que se focalizan solamente en entretener, pero también figuran los que transmiten mensajes con conciencia de la función social que tienen y abarcan temáticas como medio ambiente, educación, empatía social o consumos responsables. @marourivero, @santimaratea, @coisla y @santitalledo son sólo algunos por dar ejemplos. Y -pequeña autoreferencia- desde Moscú trabajamos fuertemente sobre esos perfiles porque se encuadran con nuestros pilares: sustentabilidad, inclusión y tecnología. ¿Pero hasta dónde podrían llegar? Si bien nadie puede predecir el futuro, el margen de incertidumbre de hasta dónde pueden influir en la realidad, alterarla y transformarla a gran escala es una pregunta abierta.

Hasta no hace mucho, los medios tradicionales imponían la agenda y generaban los líderes de opinión. No es casual que deportistas o actores hayan alcanzado cargos públicos gracias a la falta de credibilidad en la clase política. Veamos algunos ejemplos: Arnold Schwarzenegger fue gobernador del Estado de California, la sexta economía más grande del mundo; Ronald Reagan fue actor antes que Presidente de Estados Unidos; y en el plano local, Daniel Scioli, Palito Ortega o Carlos Reutemann son apenas algunos casos. Entonces, si el modelo de comunicación mutó; las personas que generan opinión pública también se fueron transformando. Y parte de esa posta hoy la tienen los influencers.

Así, entre tanta actividad, surgieron nuevas situaciones comunicacionales por atender. Una de ellas es el proyecto de Ley de Influencers que está siendo estudiado en el Senado para buscar darle un marco legal a la publicidad que hacen. ¿Será el inicio de futuros debates sobre políticas digitales? Quién sabe… la única certeza es que los influencers han iniciado sesión como formadores de opiniones con todo el poder que conlleva.

“En un libro de Freud, él decía que el trabajo de creación es un poco como irse a la cama queriendo saber lo que uno va a soñar esa noche”, contó una vez Quino, emblema de la historieta y creador de Mafalda, personaje que influenció a generaciones antes de que existieran los “influencers”. Y a días de su partida, tal vez tenía razón: no hay que adivinarlo, primero hay que tener un sueño.

Por Lucio Canievsky, Carolina Cuker (Cofundadores y directores de Moscú Agencia) y Hernán Abolsky (Socio y Director Financiero). @moscuagencia

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