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Arthur Conan Doyle; ¿cómo surgió el detective más famoso de todos los tiempos?
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Arthur Conan Doyle; ¿cómo surgió el detective más famoso de todos los tiempos?

Según los estadistas, la mayoría de los homicidios se resuelven gracias a la criminalística y a los forenses. Dactiloscopia, pruebas de ADN, antropología, y otros sectores especializados. Décadas de progresos técnicos volcados a la identificación de asesinos. Sin embargo, más de cien años atrás, en la Inglaterra victoriana, una mente poderosa prescindía de tales avances y lograba idénticos resultados. Doyle, a través de Sherlock Holmes, decodificaba las mentes criminales. Pensamiento lógico y lateral. «Si eliminamos lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, tiene que ser la verdad». Disimuladas en descripciones ambientales y de personalidades, el fumador de pipa rescataba los hechos sutiles, las pistas que conducían a los ladrones, estafadores y asesinos. «Me preguntan ustedes si conozco el nombre del asesino. La respuesta es sí. Poco significa con la tarea más complicada de ponerle las manos encima. Espero hacerlo pronto, y a mi manera».

La génesis de Holmes y la pelea con su creador.

¿Cómo surgió el detective más famoso de todos los tiempos? Emuló a una persona real. En la Facultad de Medicina de Edimburgo, Doyle asistía a las clases de Joseph Bell, profesor inteligente, calculador, arrogante. ¿También usaba pipa? Bueno, no se sabe. En 1887, el escritor acaba el diseño de Holmes y lo plasma en Estudio en Escarlata. Sherlock, además de compartir características de la personalidad de Bell, brillaba por su singularidad: leía de manera compulsiva y buscaba detalles con una lupa. Peculiaridad que se transformó en estereotipo; no así sus actividades recreativas: diluía la cocaína al 7% y tocaba el Stradivarius.

Doyle debió aguardar la gloria. Estudio en Escarlata consiguió mayor aceptación en Estados Unidos que en el Reino Unido. Y la continuidad de la escritura fue impulsada por el relativo fracaso profesional. Los exiguos pacientes que visitaban su consultorio, le dieron tiempo para llenar hojas y lanzar la segunda novela, titulada El signo de los cuatro; aún menos victoriosa que su predecesora. En 1891, amabas historias sedujeron al editor de la revista The Strand. El hombre visionario se reunió con Doyle y le propuso lanzar periódicamente cuentos de Holmes y Watson, ilustrados por Sidney Paget. Éxito categórico. Escándalo en Bohemia, la primera de las aventuras, fascinó a los lectores. Las publicaciones continuaron durante treinta y seis años.

En la jerga actoral se oye con frecuencia: «Se lo tragó el personaje». Le sucedió a Doyle, en 1983. Su invento cobró más vida de lo previsto; dicho de otro modo, se humanizó. Convertido en un ser real surgido de páginas garabateadas. Sherlock Holmes era más famoso que su padre. El médico escocés reaccionó de inmediato, usó la pluma como arma letal y desarrolló El problema final. Llevó al detective a las frías montañas suizas y lo hizo perecer ante el terrorífico Moriarty. Hubo agitación popular. Protestas, amenazas y una pérdida progresiva de suscriptores de la revista. El revuelo presionó al doctor, que huía de sí mismo. Hecho inédito en la historia de las publicaciones regulares.

Ocurrió lo obvio. Doyle cedió y mojó la pluma en la tinta. El año 1903 vio el nacimiento de La aventura de la casa vacía. Kensington, Inglaterra: Watson ordena su apartamento, tocan el timbre y ocurre «el milagro»; el visitante se quita el disfraz y lanza una de sus célebres frases. El detective adorado reaparece y las ventas de The Strand se reactivan.

Holmes y Watson, la dupla despareja, compartieron cuatro novelas y cincuenta y seis relatos cortos. Recorrieron innumerables adaptaciones televisivas y cinematográficas. Inspiraron las los escritores actuales del género y alcanzaron la inmortalidad.

¿Cómo era Sherlock?

Hay un detalle mítico de Holmes que no se lee en los textos: la peculiar gorra. Entonces, ¿de dónde salió este accesorio? Se lo colocó Sidney Paget, en las ilustraciones de la revista. La restante descripción de la apariencia de Sherlock coincide con los dibujos. Los elementos más relevantes: la lupa y la pipa. Watson lo describió: «Su estatura sobrepasaba los seis pies, y era tan extraordinariamente enjuto, que producía la impresión de ser aún más alto. Tenía la mirada aguda y penetrante, […] y su nariz, fina y aguileña, daba al conjunto de sus facciones un aire de viveza y de resolución».

Cursaba episodios de insomnio, y los aprovechaba para tocar el violín y pensar.

La característica sobresaliente del detective: su método de análisis, la capacidad de razonar hacia atrás. Cuanta más información se tenga, más fácil es desentrañar un enigma. ¿Qué ocurriría si se hiciese el camino inverso? Es decir, de la conclusión extraer las premisas. De la observación de un crimen, revelar la manera en que aconteció.

A fin de comprenderlo, conviene citar la excepcional novela Estudio en Escarlata. Holmes camina por el lugar donde se cometió el crimen, los Jardines de Lauriston. Se muestra distraído, pero realiza una meticulosa inspección. Mira las huellas impresas en la calle de acceso y en el sendero a la casa. Una vez dentro, examina el cadáver de Enoch Drebber. Doyle contrasta la agudeza mental de Sherlock con la torpeza del inspector Lestrade, quien pormenoriza acerca de una inscripción sanguínea hecha por el homicida en la pared. Brota enseguida el sarcasmo del hombre de la pipa. Saca la lupa y husmea la habitación, guarda muestras de cenizas, vuelve a detectar huellas, invisibles para el resto de los presentes. Finalmente, manteniendo la sonrisa sardónica, libera la brillante conclusión: «Aquí se ha cometido un asesinato y el asesino fue un hombre. Ese hombre tiene más de seis pies de estatura, es joven, de pies pequeños… calzaba botas toscas de puntera cuadrada, y fumaba un cigarro de Trichinopoly. Llegó… con su víctima en un coche de cuatro ruedas, del que tiraba un caballo calzado con tres herraduras viejas, y una herradura nueva en su pata derecha delantera. Hay grandes probabilidades de que el asesino fuese un hombre de cara rubicunda, y de que tenía notablemente largas las uñas de los dedos de su mano derecha… »

La explicación del detective podría interpretarse como el producto de una «locura literaria», forzada para garantizar el entretenimiento. Lo garantiza. Y no se trata de un razonamiento forzado, sino de la combinación de la analogía, deducción e intuición. Identifica un hecho y lo vincula a una causa de estricta antecedencia. Escarbar los aspectos generales, y así dar con el detalle.

Holmes se ayuda de la literatura criminalística. «Señor McDonald, la cosa más práctica que usted podría hacer en toda su vida, sería encerrarse tres meses para leer los anales del crimen… » La inducción, encontrar particularidades y generalizar, también es usada por el detective. Encastrar significados en apariencia aislados.

En la piel del detective.

Sherlock Holmes es el personaje literario que más veces fue llevado al cine. En 254 filmaciones lo interpretaron cerca de setenta actores; y solo algunos consiguieron parecerse. El más destacado fue Peter Cushing. En 1960 reemplazó a Douglas Wilmer en la serie Sherlock Holmes, de la BBC. El actor reconoció haber sido favorecido por el aspecto físico, y que resultó el mayor desafío de su carrera. «Es muy difícil representarlo; hay que tener mucho cuidado para que el público no se aburra, porque es demasiado ingenioso».

Los actores recientes que hicieron del detective. Christopher Plummer, en Asesinato por decreto. Michael Caine, en Sin pistas, con Ben Kingsley como Watson. Robert Downey Jr (Holmes) y Jude Law (Watson). En series televisivas: Benedict Cumberbatch (Holmes). Incluso en animación hemos visto a Holmes; por ejemplo, en El viaje de Chihiro.  Hay semejanzas con Sherlock en diversos personajes: Grissom, CSI: Las Vegas; el doctor House, y otros.

Resumen de la vida de Arthur Conan Doyle.

En 1859 nació en Edimburgo. Murió en 1930, en Crowborough, Reino Unido. Estudió medicina en las universidades de Stonyhurst y Edimburgo, y la ejerció entre 1882 y 1890. Ganó poco dinero; entonces se arriesgó y escribió. Creó a Holmes en base a analogías con un profesor universitario. El modelo del Quijote y Sancho, usado por muchísimos novelistas, le sirvió para dar vida al doctor Watson. Los dos personajes fueron publicados en la revista The strand. Estos son los nombres de sus aventuras.

Estudio en Escarlata (A Study in Scarlet, novela, 1887)

El signo de los cuatro (The Sign of Four, novela, 1890)

Las aventuras de Sherlock Holmes (The Adventures of Sherlock Holmes, 1891-92)

Las memorias de Sherlock Holmes (The Memoirs of Sherlock Holmes, 1892-93)

El sabueso de los Baskerville (The Hound of the Baskervilles, novela, 1901-02)

El regreso de Sherlock Holmes (The Return of Sherlock Holmes, 1903-04)

El valle del terror (The Valley of Fear, novela, 1914-15)

Su última reverencia (His Last Bow, 1908-17).

El archivo de Sherlock Holmes (The Case-Book of Sherlock Holmes, 1924-26)

La última etapa de la vida de Doyle está vinculada a una paradoja: el creador de un cerebro, que deduce e induce a partir de puntillosas observaciones, defiende los círculos espiritistas; lugares donde los razonamientos son incomprobables, y en los que Holmes hubiera esbozado su mayor sarcasmo. Los espiritistas promulgaban el diálogo con los muertos, la hipnosis y la escritura automática. Integró dichos grupos y los defendió de la opinión pública, a pesar de la aversión de sus seguidores.

Quizás se trató de la manifestación de otra de las cualidades se Sherlock: la intuición. La avanzada edad y la neumonía aguda de su hijo, pusieron a Doyle cara a cara con la muerte. Antes de dejar el mundo, reveló: «El lector juzgará que yo he vivido muchas aventuras. Las mayores y más gloriosas me esperan ahora».

(Foto tomada por Arnold Genthe en 1914)

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